La cascada
- Bordo viajes
- 15 feb 2019
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 16 feb 2019

Laos no me impresionó por sus paisajes espectaculares, pero tiene pequeños sitios plenos de encanto. Uno de esos lugares es la Cascada de Kuang Xi.
Es un lugar sagrado que, en parte, se ha abierto al público con un concepto respetuoso por la sacralidad del sitio: decks, ubicados estratégicamente, permiten disfrutar de los infinitos tonos de verde que ofrece la selva, mientras se aprecia el canto fresco del agua chocando contra las piedras, que suena a campanitas de distintos tonos.
La selva guarda el tesoro de la cascada, pero no se trata de una selva amenazante sino que, lejos de inspirar temor, se siente tranquila y pacífica.
El agua suena con la melodía de las fuentes zen a las que nos hemos acostumbrado, en Occidente, para ahuyentar el estrés. Ahora puedo entender el concepto de esas fuentecitas que instalamos en nuestras casas y en las oficinas para calmar la mente y armonizar el ambiente, con la salvedad de que, esta fuente no es una pequeña copia sino un lugar real, de aguas que juegan con todos los tonos de verdes y de turquesas; cuya espuma, al deslizarse por la piedra caliza y caer en las piletas naturales, se percibe como una fina y suave cabellera blanca.
Dichosos los peces que tienen la fortuna de vivir en esas aguas templadas: nadie los molesta, nadie los pesca… sólo son observados en silencio por quienes, como yo, han tenido la fortuna de haber experimentado dos horas de encanto, en ese delicado y atemporal espacio sagrado.
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