La Flor
- Bordo viajes
- 1 mar 2019
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Me gustan las flores. Me gustan sus formas, sus colores, sus texturas y su aroma. Me gusta lo bien que me hace contemplarlas. A mi manera, rindo homenaje a su belleza y al bienestar que me proporcionan fotografiándolas.
En todos mis viajes registro las flores del lugar. No tengo criterio de coleccionista ni afán científico, motivo por el cual desconozco sus nombres y termino bautizándolas con nomenclaturas personales más ligadas al recuerdo y a la emoción que me provocan. Así, esta bella y enorme flor, que me recuerda a los “molinitos de viento” de la infancia, es la “Flor Roja de Laos”, una de las habitantes de mi “Jardín del Edén”.
Cuando la vi supe de inmediato que debía ser la protagonista de una serie fotográfica: tan enorme, tan intensa y, a la vez, tan delicada…
Como debíamos partir a una excursión disparé todas las fotos que pude en el mínimo tiempo y me prometí que a la vuelta, en la tarde, seguiría registrando sus perfiles con más tiempo y con la poética luz del atardecer laosiano; pero no pudo ser: cuando regresé alguien la había cortado y mi hermosa flor había partido a un destino plebeyo, como centro de mesa o adorno en el florero de alguna de las habitaciones…
Me apenan las flores cortadas y su triste destino de efímero adorno por unas pocas horas. A veces, las personas ni siquiera registran su presencia y su sacrificio termina siendo tan cruel como absurdo; por eso, con esta imagen, rindo homenaje a la corta y magnífica vida de la “Flor Roja de Laos”.

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