Los bailarines del lago
- Bordo viajes
- 25 ene 2019
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 16 feb 2019

Nunca supe adónde habíamos parado y, mucho menos, el nombre del lago mágico que parecía desafiar a las leyes de la física porque casi en el mismo instante, pero ahora mirando hacia el centro, ocurrió otra escena onírica: un grupo de bailarines, al son de una melodía inexistente, bailaba sobre las aguas.
Luego de unos momentos pude percibir una delgadísima lengua de arena blanca sobre la que desplazaban su danza de pájaros a punto de remontar vuelo: eran como flamencos desplegando alas; hombres y mujeres moviéndose con gracia y sutileza en medio del silencio, ensayando una coreografía muda, pero a la que podía adivinarle la melodía.
Sublime. El regalo que me dio esa parada en el lago, de nombre desconocido, fue la experiencia de lo sublime, de esa emotiva sensación de quedar sin palabras ante la contemplación de la belleza inabarcable; pero todavía el lago tenía un regalo más para darme, a mi izquierda, antes de que la llamada para subir al micro rompiera el hechizo.
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