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Neak Pean y los cocodrilos de la imaginación

  • Foto del escritor: Bordo viajes
    Bordo viajes
  • 22 mar 2019
  • 1 Min. de lectura

Los amaneceres y los atardeceres ejercen una particular fascinación en mí. No puedo resistirme a las luces, a los colores, a las formas de las sombras proyectadas, a las texturas…


No puedo afirmar que este ocaso captado en la pasarela de madera, sobre el lago que conduce al templo de NEAK PEAN, en Camboya, haya sido una fotografía riesgosa, pero sí por lo menos, me resultó inquietante: no había viento, el agua estaba inmóvil, no se sentía el canto de pájaros ni el zumbido de insectos, pero de pie, en esa enorme cinta de madera de unos doscientos metros de largo, no demasiado ancha y suspendida a escasos centímetros del enorme lago, podía sentir un extraño ruido que venía de bajo la superficie. Un ruido raro que no podía asociar al nado de los peces, pero que era de origen animal.


Mientras fotografiaba a ese extraño sol de contornos irregulares contra un fondo blanquecino, como salido de un sueño, no podía dejar de pensar que, tal vez, bajo mis pies, a pocos centímetros, hubiera cocodrilos y otros animales amenazantes al acecho.


La verdad es que nunca vi a un cocodrilo u otro animal que pudiera ponerme en peligro. El lugar era por demás de tranquilo y lánguido, nada amenazante; pero aun así no dejé de sentirme inquieta hasta que estuve en tierra firme.


Cuando llegó el momento de regresar, lo hice rápidamente, sin detenerme, pensando que, por suerte, no fui el bocado elegido por los cocodrilos de mi imaginación.

 

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